ALAI AMLATINA, 29/04/2010.- El movimiento de masas contra el golpe de
Estado en Honduras logró consolidarse en diez meses de lucha como una
fuerza política nacional de primera magnitud, capaz de proponerse una
importante transformación social y política del país. Enfrentado a una
creciente represión y a la demagogia de Lobo, nueva cabeza visible del
golpismo impuesta por la farsa electoral, el Frente Nacional de
Resistencia Popular(FNRP) ha conseguido enrolar a las más diversas
fuerzas sociales y pueblos –incluyendo indígenas y afrodescendientes-,
elevar apreciablemente la conciencia política de sus integrantes y
mantener sus posiciones de principio unidas a una táctica flexible, que
le permite avanzar en condiciones muy adversas en la batalla política
que tiene por delante.
La resistencia se creció ante la compleja y traicionera situación creada
por la secretaria de Estado Clinton al imponer la mediación de su
compinche Oscar Arias para consolidar el golpe, hasta ese momento
rechazado frontalmente por la OEA, la ONU y la Unión Europea, que
exigían la "inmediata e incondicional" restitución de Manuel Zelaya en
la presidencia. Se ha crecido de nuevo ante el silencio mediático
impuesto por Estados Unidos sobre los crímenes y graves violaciones a
los derechos humanos en Honduras mientras el Departamento de Estado se
emplea a fondo en hacer creer que el país vuelve a la normalidad
democrática. Poco importan los asesinatos de periodistas y activistas
sociales, la ocupación militar de la zona campesina de El Aguán; en
suma, la amenaza de muerte o desaparición para todo el que censure a la
dictadura. En el fragor de esta lucha el FNRP ha devenido una de las
fuerzas populares más combativas y prometedoras de nuestra región en la
pelea por la segunda independencia y la unidad e integración económica y
política de América Latina.
La elite imperial de Estados Unidos y la oligarquía nativa nunca
imaginaron la chispa que haría estallar en la conciencia del pueblo la
sensibilidad y compromiso sociales aflorados en un terrateniente como
Zelaya, llegado a la presidencia dentro de las antipopulares reglas del
sistema político hondureño pero en una época latinoamericana
políticamente telúrica. Tampoco les pasó por la mente la radicalización
y redoblamiento de la voluntad de lucha que alentaría el golpe de Estado
en los sectores populares. Calcularon que la resistencia duraría si
acaso unos días o semanas y que se iría desmoronando en la medida que se
consolidara el golpe. Recuerdo haber leído honestos análisis
antigolpistas procedentes de Honduras inmediatamente después del
cuartelazo, que ponían en duda las posibilidades de mantener la lucha
más allá de unos días.
Y es que resistir al régimen de fuerza parecía la maldición de Sísifo.
Ha exigido a los integrantes del FNRP batirse contra una oligarquía
singularmente cerril y egoísta, con su enorme poder económico, su
ancestral hegemonía cultural y el terrorismo político que le facilita la
propiedad de los grandes medios de difusión, desafiar -a riesgo de ser
apaleados o asesinados- la represión de un Ejército y fuerzas de
seguridad serviles al imperio y de progenie emblemáticamente
antipopular. Todo esto en un país sumamente empobrecido por el expolio
oligárquico e imperialista, cuyo presupuesto depende mucho de las
contribuciones de Washington, que mantiene allí una base militar célebre
por su injerencia en los asuntos internos.
En varias marchas recientes a lo largo del país el FNRP lanzó la
consigna de recoger dos millones 500 mil firmas exigiendo la
convocatoria a una asamblea constituyente para el 28 de junio, primer
aniversario del golpe. Es una tarea que ya está en marcha y demanda un
gigantesco trabajo político y organizativo pero no parecería haber nada
más importante para continuar construyendo contrapoder que la denuncia
de la Constitución y el régimen social antidemocráticos en vigor, hijos
de la guerra sucia de Estados Unidos contra la revolución sandinista y
los movimientos revolucionarios de América Central. El golpe en
Honduras, debe subrayarse, es el primer paso de la farisaica estrategia
de Obama contra los pueblos y gobiernos progresistas de América Latina,
de la cual la campaña mediática en curso contra Cuba es piedra angular.
El FNRP marchará el 1 de mayo con dos exigencias vitales para fortalecer
la democracia en nuestra América: garantías para el regreso de Zelaya y
convocatoria a la Asamblea constituyente.
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