Antonio Peredo Leigue
ALAI AMLATINA, 20/10/2009.- El domingo próximo, 25 de octubre, se
realizarán las elecciones presidenciales en el Uruguay. El candidato
favorito, que todas las encuestas señalan como primero con más del 40%
de la intención de voto, es Pepe Mujica, uno de los primeros tupamaros,
uno de aquellos dirigentes históricos que organizaron el Movimiento de
Liberación Nacional. Fue también, con Raúl Sendic, uno de los rehenes
que el régimen mantuvo en condiciones de encierro malsano y de
aislamiento total por más de una década.
Quienes seguimos con expectativa el desarrollo del acontecer
latinoamericano, sentimos una alegría profunda a la hora en que fueron
liberados, el año 1985. Pero, además, nos preguntamos entonces qué papel
jugarían en la democracia que, tímidamente, se insinuaba en Nuestra
América. Esos dirigentes: Sendic, Mujica, Huidobro, Marenales,
estuvieron aislados durante 14 años. Fueron rehenes, sujetos a las
peores condiciones carcelarias y, además, sin acceso a la información.
Pero, por sobre todo, superando esas extremas limitaciones, nos
demostraron que estaban conscientes de la realidad que vivía nuestro
continente, cada uno nuestros países y, como era de esperar, su
entrañable Uruguay.
Y ahora, Mujica, será presidente de ese país donde nació hace 75 años,
donde militó siempre con su pueblo, donde entregó todo de sí por la
liberación nacional, donde sufrió una prisión bárbara como rehén, donde
finalmente se casó con una compañera combatiente como él y donde, con
todo ese historial, mostró que la vida vale la pena vivirla. Mujica será
el segundo presidente de las filas del Frente Amplio. ¿Cómo es que su
vida lo ha llevado hasta ese punto?, ¿no será que dejó atrás las
experiencias de los sesenta y está dispuesto a amoldarse al modelo? Esa,
al menos, es la imagen que quisieron darme un par de jóvenes uruguayos
que quieren luchar por la revolución socialista en su país. Para ellos,
el Frente Amplio, ya no representa esa opción, si es que alguna vez la
tuvo y, lo mismo Pepe Mujica que Tabaré Vásquez, seguirán sosteniendo el
modelo neoliberal. Por supuesto, aquella pareja, había llegado a Bolivia
con gran entusiasmo por el proceso que se está desarrollando aquí.
La realidad, en todo caso, es diferente. No se puede hacer lo mismo aquí
que allí. Son realidades distintas. Realidades que deben ser tomadas con
cautela. Tengo en mi mano un texto que dice precisamente eso. Se llama
"Raúl Sendic, el primer Tupamaro" escrito por Sergio Góngora. Fue
escrito en 2006 y la primera edición salió en abril de 2007. El prólogo
fue escrito por Pepe Mujica, cuando no había ningún atisbo de que fuese
candidato presidencial y, más bien, había dejado el gobierno para
retornar al Senado Nacional.
Como el libro se refiere a Sendic, es lógico que el prólogo hable
también de él. Mujica, refiriéndose a quien fue su jefe de toda la v
ida, dice: "Era muy heterodoxo, tenía una cabeza terriblemente abierta,
tanto que daba miedo. Porque también los hombres de izquierda inventan
su Biblia. Y después creen en ella, aunque la realidad les esté
rompiendo la cabeza. Es casi una actitud humana el ser un tanto
conservadores y es muy difícil mantener la frescura, poder remover y
remover las neuronas".
En realidad, lo que hace Pepe en ese prólogo, que se extiende a lo largo
de seis páginas, es retratarse. Porque, junto con Sendic, enfrentaron
esa nueva realidad que la dictadura les había arrebatado durante 14 años
y supieron fijar la línea correcta. Hubiese sido simple salir de su
condición de rehenes gritando las viejas consignas del MLN Tupamaros.
Hubiesen brillado en ese Uruguay que salía lentamente de la dictadura,
aunque fuese sólo para recordar los tiempos heroicos. Eso es simple.
Pero, como en los primeros tiempos de las marchas campesinas, como en la
época de las "tatuceras", buscaron el camino difícil de plantear la
reconstrucción de su país trizado por las dictaduras civiles y militares
que se turnaron desde Pacheco Areco hasta Álvarez, pasando por
Bordaberry, Aparicio Méndez y otros más.
Es así que, Pepe Mujica, se plantea: "Porque cuanto más veteranos, más
pacientes. Esta lucha no es para 'apuraditos'. Esta lucha es para
consecuentes". ¿De qué lucha nos está hablando? Nos habla de: "Creo en
las ideas fundamentales –porque de lo contrario sería no creer en la
vida-, pero hay que tener la audacia de revisarlo todo". Él tiene en
cuenta que "si se pierde el camino al corazón de las masas, todo lo
demás es mera filosofía militante de boliche".
En esas condiciones, el Pepe sostiene: "Ningún pueblo va a salir
adelante si no acumula trabajo, si no reparte el fruto de un trabajo
real, y sobre todo cuando hay que tapar en lo inmediato la brecha
social, no de los que tienen algún trabajo, de la brecha social de los
que no tienen nada. Y esos deben estar primero".
¡Cómo se agranda Mujica sentenciando! "No nos espera ningún paraíso,
sobre todo a los viejos, sino salir del infierno y cultivar la
esperanza, que es una cosa distinta".
No sé si será suficiente para los jóvenes que, como corresponde, son
impacientes, son 'apuraditos' como diría el Pepe. Así fuimos todos y qué
bueno que fuimos así. La cosecha de esos tiempos tempranos, se hará
cuando llegue el momento. Pero las semillas fueron sembradas. Aquí
también; aquí, en Bolivia. Sembraron Tupac Katari y Bartolina Sisa. Lo
hizo Zárate Willca y el pueblo combatiente en 1952. Fueron el Che
Guevara y los guerrilleros en los años 60 y 70. Fueron los cochabambinos
en 2000 y los alteños en 2003.
Es larga la lucha porque al final, según el Pepe, la prolongación de
nuestra vida es la prolongación de la lucha del pueblo, y la lucha del
pueblo necesita muchos hijos, miles de hijos. Miles de nietos que
levanten las banderas de esperanza allí donde los hombres y las mujeres
aflojan por el dolor y por el peso de la vida, y dando siempre gracias a
la v ida que nos ha regalado tanto.
- Antonio Peredo Leigue es periodista, senador del Movimiento al
Socialismo (MAS) de Bolivia.
Más información: http://alainet.org
RSS: http://alainet.org/rss.phtml
ALAI AMLATINA, 20/10/2009.- El domingo próximo, 25 de octubre, se
realizarán las elecciones presidenciales en el Uruguay. El candidato
favorito, que todas las encuestas señalan como primero con más del 40%
de la intención de voto, es Pepe Mujica, uno de los primeros tupamaros,
uno de aquellos dirigentes históricos que organizaron el Movimiento de
Liberación Nacional. Fue también, con Raúl Sendic, uno de los rehenes
que el régimen mantuvo en condiciones de encierro malsano y de
aislamiento total por más de una década.
Quienes seguimos con expectativa el desarrollo del acontecer
latinoamericano, sentimos una alegría profunda a la hora en que fueron
liberados, el año 1985. Pero, además, nos preguntamos entonces qué papel
jugarían en la democracia que, tímidamente, se insinuaba en Nuestra
América. Esos dirigentes: Sendic, Mujica, Huidobro, Marenales,
estuvieron aislados durante 14 años. Fueron rehenes, sujetos a las
peores condiciones carcelarias y, además, sin acceso a la información.
Pero, por sobre todo, superando esas extremas limitaciones, nos
demostraron que estaban conscientes de la realidad que vivía nuestro
continente, cada uno nuestros países y, como era de esperar, su
entrañable Uruguay.
Y ahora, Mujica, será presidente de ese país donde nació hace 75 años,
donde militó siempre con su pueblo, donde entregó todo de sí por la
liberación nacional, donde sufrió una prisión bárbara como rehén, donde
finalmente se casó con una compañera combatiente como él y donde, con
todo ese historial, mostró que la vida vale la pena vivirla. Mujica será
el segundo presidente de las filas del Frente Amplio. ¿Cómo es que su
vida lo ha llevado hasta ese punto?, ¿no será que dejó atrás las
experiencias de los sesenta y está dispuesto a amoldarse al modelo? Esa,
al menos, es la imagen que quisieron darme un par de jóvenes uruguayos
que quieren luchar por la revolución socialista en su país. Para ellos,
el Frente Amplio, ya no representa esa opción, si es que alguna vez la
tuvo y, lo mismo Pepe Mujica que Tabaré Vásquez, seguirán sosteniendo el
modelo neoliberal. Por supuesto, aquella pareja, había llegado a Bolivia
con gran entusiasmo por el proceso que se está desarrollando aquí.
La realidad, en todo caso, es diferente. No se puede hacer lo mismo aquí
que allí. Son realidades distintas. Realidades que deben ser tomadas con
cautela. Tengo en mi mano un texto que dice precisamente eso. Se llama
"Raúl Sendic, el primer Tupamaro" escrito por Sergio Góngora. Fue
escrito en 2006 y la primera edición salió en abril de 2007. El prólogo
fue escrito por Pepe Mujica, cuando no había ningún atisbo de que fuese
candidato presidencial y, más bien, había dejado el gobierno para
retornar al Senado Nacional.
Como el libro se refiere a Sendic, es lógico que el prólogo hable
también de él. Mujica, refiriéndose a quien fue su jefe de toda la v
ida, dice: "Era muy heterodoxo, tenía una cabeza terriblemente abierta,
tanto que daba miedo. Porque también los hombres de izquierda inventan
su Biblia. Y después creen en ella, aunque la realidad les esté
rompiendo la cabeza. Es casi una actitud humana el ser un tanto
conservadores y es muy difícil mantener la frescura, poder remover y
remover las neuronas".
En realidad, lo que hace Pepe en ese prólogo, que se extiende a lo largo
de seis páginas, es retratarse. Porque, junto con Sendic, enfrentaron
esa nueva realidad que la dictadura les había arrebatado durante 14 años
y supieron fijar la línea correcta. Hubiese sido simple salir de su
condición de rehenes gritando las viejas consignas del MLN Tupamaros.
Hubiesen brillado en ese Uruguay que salía lentamente de la dictadura,
aunque fuese sólo para recordar los tiempos heroicos. Eso es simple.
Pero, como en los primeros tiempos de las marchas campesinas, como en la
época de las "tatuceras", buscaron el camino difícil de plantear la
reconstrucción de su país trizado por las dictaduras civiles y militares
que se turnaron desde Pacheco Areco hasta Álvarez, pasando por
Bordaberry, Aparicio Méndez y otros más.
Es así que, Pepe Mujica, se plantea: "Porque cuanto más veteranos, más
pacientes. Esta lucha no es para 'apuraditos'. Esta lucha es para
consecuentes". ¿De qué lucha nos está hablando? Nos habla de: "Creo en
las ideas fundamentales –porque de lo contrario sería no creer en la
vida-, pero hay que tener la audacia de revisarlo todo". Él tiene en
cuenta que "si se pierde el camino al corazón de las masas, todo lo
demás es mera filosofía militante de boliche".
En esas condiciones, el Pepe sostiene: "Ningún pueblo va a salir
adelante si no acumula trabajo, si no reparte el fruto de un trabajo
real, y sobre todo cuando hay que tapar en lo inmediato la brecha
social, no de los que tienen algún trabajo, de la brecha social de los
que no tienen nada. Y esos deben estar primero".
¡Cómo se agranda Mujica sentenciando! "No nos espera ningún paraíso,
sobre todo a los viejos, sino salir del infierno y cultivar la
esperanza, que es una cosa distinta".
No sé si será suficiente para los jóvenes que, como corresponde, son
impacientes, son 'apuraditos' como diría el Pepe. Así fuimos todos y qué
bueno que fuimos así. La cosecha de esos tiempos tempranos, se hará
cuando llegue el momento. Pero las semillas fueron sembradas. Aquí
también; aquí, en Bolivia. Sembraron Tupac Katari y Bartolina Sisa. Lo
hizo Zárate Willca y el pueblo combatiente en 1952. Fueron el Che
Guevara y los guerrilleros en los años 60 y 70. Fueron los cochabambinos
en 2000 y los alteños en 2003.
Es larga la lucha porque al final, según el Pepe, la prolongación de
nuestra vida es la prolongación de la lucha del pueblo, y la lucha del
pueblo necesita muchos hijos, miles de hijos. Miles de nietos que
levanten las banderas de esperanza allí donde los hombres y las mujeres
aflojan por el dolor y por el peso de la vida, y dando siempre gracias a
la v ida que nos ha regalado tanto.
- Antonio Peredo Leigue es periodista, senador del Movimiento al
Socialismo (MAS) de Bolivia.
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