Informe especial sobre golpe de Estado en Honduras
Edictos imperiales
El ministerio de seguridad facto ha hecho circular una especie de edicto imperial a través del cual actualiza lo más perverso de las dictaduras de pasados que creímos que habían sido desterrados para siempre de la faz de la tierra, pero que hoy emerge en nuestra Honduras, muy corregida y severamente aumentada.
El edicto en mención advierte que toda reunión pública deberá ser sometida a una previa autorización de la policía, con una solicitud de 24 horas de antelación, especificando los nombres de las personas responsables de la actividad, el motivo, horarios, lugar y la cantidad de participantes.
El documento en mención no desperdicia la oportunidad para advertir que toda reunión en espacios cerrados como iglesias, salones o casas que incluyen fiestas, deberán notificarse en la delegación policial más cercana, dejando sentado de esta manera que el diálogo por el cual se están reuniendo representantes de diversos sectores de la sociedad, se sostiene sobre la mano dura e irracional de un régimen que no admite la existencia de opiniones diversas y opositoras.
Un diálogo atrapado en la violencia y por el terror de la política de Estado, no puede fructificar, y cualquier mención de campañas políticas electorales en el marco de un estado de sitio, con una población que tiene que taparse la boca y encerrarse en su propio espacio doméstico, no puede ser más que un chiste de muy mal gusto.
Cualquier diálogo que busque avanzar hacia una ruta de salida a la actual crisis política, debía tener como condición innegociable la eliminación del Decreto que ha cercenado las garantías individuales. Celebrar reuniones para negociar una salida a la crisis política, teniendo a la población en resistencia con mordaza y con un filudo cuchillo en el cuello, sencillamente no puede ser un diálogo ética y políticamente posible.
Los representantes de los sectores interesados en acelerar una solución pacífica y civilizada, no debían sentarse a la mesa, sin que previamente se elimine ese Decreto de estado de sitio, de donde surgen esos ridículos edictos que a estas alturas de los tiempos, desnudan a políticos y empresarios que se empecinan en seguir teniendo a la gente como simples borregos, a quienes se les prohíbe incluso el derecho a celebrar públicamente su fe y a organizar sus propias fiestas familiares.
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