Trabajadores de Chile:
Éste no es un día de fiesta; éste es un día de recuerdo, de rememoración. Un día para mirar hacia atrás, más allá y dentro de la frontera de la patria y rendir un homenaje a todos aquellos que, en distintas latitudes, cayeron luchando por hacer más digna la vida del hombre y conquistar la auténtica libertad.
Hoy termina una semana en la que, por mi intermedio, el Gobierno del pueblo ha dialogado con los más diversos sectores nacionales. Hemos conversado con los jóvenes de la Unidad Popular; con los médicos recién graduados para señalares la responsabilidad que implica el ejercicio de su profesión; hemos estado en un organismo de la importancia de la CEPAL para llevar el pensamiento nuestro y destacar la realidad de los países pequeños, en vías de desarrollo, frente a los países industriales, para señalar, una vez más, la dura explotación a la que hemos sido y somos sometidos, y para reclamar el derecho a la autodeterminación y a la no intervención. Y, otra vez, no como político, pero sí como Generalísimo, título que me otorga la Constitución Política, he dialogado con los representantes de las Fuerzas Armadas, en este caso con la guarnición de Santiago. Junto con reafirmar como respetamos el cometido profesional de nuestras Fuerzas Armadas y de Carabineros, como son respetuosos de la Constitución y la ley, destacamos también que ellos no pueden ser una parcela independiente al margen del gran proceso de transformaciones que Chile encara en lo económico, en lo social y en lo cultural, para hacer más digna y justa la vida del hombre de nuestra tierra. Estuve dialogando, además, con la comunidad universitaria en la Universidad Técnica del Estado; con los dirigentes sindicales de Yarur, y con los trabajadores que vinieron de Panguipulli para contarme el drama de los que laboran en la madera y en los aserraderos. Hoy con este acto culmina esta semana; con este 1 de mayo tan distinto a otros primeros de mayo del pasado.
Estamos aquí en este día que tiene una profunda y honda significación; que es trascendente porque están aquí ustedes, trabajadores de Chile, junto con nosotros; porque estamos aquí Gobierno y pueblo, porque el pueblo es Gobierno, y, por serlo, interpreta las ansias y los anhelos de las grandes mayorías. Hemos llegado al Gobierno y avanzamos a la conquista del poder. La diferencia con el pasado es notoria, no sólo por la concentración multitudinaria que desde aquí diviso, que triplica y quizás aumente en cantidad superior a los actos realizados otros años, sino porque veo a miles y miles de mujeres. A ellas les rindo homenaje en dos ancianas que hace más de una hora estoy observando, y que han llegado con su cansancio de siempre a decirnos con su ejemplo cómo sienten y apoyan al Gobierno Popular.
Saludo a los representantes que han venido de otros países en su calidad de dirigentes sindicales, trayendo a los nuestros su palabra solidaria. Saludo a los personeros de países amigos, diplomáticos o jefes de misiones comerciales, y destaco la presencia en esta tribuna del jefe de la Iglesia chilena, cardenal Silva Henríquez. Ella implica un hecho de profundo contenido, porque él tiene conciencia de que en el Gobierno del pueblo han sido y serán respetadas todas las creencias. Siendo mayoritaria la Iglesia Católica chilena, recibe el cariño popular porque cada vez su verbo está más cerca del pensamiento de Cristo.
Y saludo a todos los dirigentes sindicales chilenos, a mis compañeros dirigentes de la CUT. Y rindo homenaje a aquellos que, si bien ya cumplieron con su deber, nunca dejaron de estar junto a los trabajadores, en la persona del primer presidente de la Central Única, mi estimado amigo Clotario Blest.
Hemos venido a hablarle al pueblo; a hablarle de sus derechos, de sus deberes fundamentales, de sus responsabilidades. Yo quiero que ustedes mediten el alcance y el contenido de mis palabras. Algo grande y trascendente ha sucedido en la patria con la victoria del 4 de septiembre. No ha sido un hecho casual; ha sido el esfuerzo sacrificado y anónimo de millares y millares de chilenos que tuvieron fe en ellos mismos, que creyeron en los partidos populares y que entendieron la gran tarea histórica que debemos cumplir. Éste ha sido el fervor de generaciones y generaciones que supieron de la cárcel, del destierro y de la muerte, para darnos la posibilidad de llegar al Gobierno y conquistar el poder. Pero la victoria alcanzada en las urnas implica una gran responsabilidad, y yo quiero que se entienda muy bien, muy claramente. Desde luego, que se sepa, que se aprecie, que se medite lo que significa que un pueblo por vez primera en la historia, dentro de los cauces legales y de las leyes de la democracia burguesa, haya alcanzado el Gobierno para trasformar la sociedad e ir abriendo camino a las profundas transformaciones estructurales que conduzcan al socialismo. Reitero: es la primera vez que esto acontece. Queremos que las libertades políticas así conquistadas se transformen en libertades sociales. Queremos que cada trabajador comprenda que la teoría revolucionaria establece que no se destruye absoluta y totalmente un régimen o un sistema para construir otro; se toma lo positivo para superarlo, para utilizar esas conquistas y ampliarlas. Es conveniente que eso se entienda y se adentre en la conciencia de cada uno de ustedes. Las conquistas políticas las mantendremos, porque el pueblo las alcanzó en sus luchas y las consagraron las leyes y la Constitución chilenas. Y los logros positivos en el orden económico, derivados del Gobierno Popular de Pedro Aguirre Cerda y expresados en el acero, en el transporte, en energía, combustibles y electricidad, serán puntos de apoyo, para extenderlos y organizar el capital social de que tanto hemos hablado.
En otro sentido, es conveniente no olvidar jamás que tenemos un compromiso y que lo vamos a cumplir: acatar el derecho de opinión, el derecho a crítica. Y de aquí les contesto a los jóvenes de la Universidad Católica -tan inquietos- que el Gobierno del pueblo respetará a los que disientan de él. No nos inquieta la crítica, lo único que exigimos es que ella se realice dentro del contexto jurídico que nosotros estamos observando.
Quiero reiterar que, por primera vez en la historia, un pueblo conscientemente ha buscado el camino de la revolución con el menor costo social. Y ese hecho es indispensable que se entienda: con el respeto a todas las ideas, con el irrestricto respeto a todas las creencias.
Quiero recordarles que tenemos un programa y que vamos a cumplirlo cualesquiera sean las dificultades que tengamos que vencer. Para que Chile rompa el retraso, la cesantía, la inflación, la miseria moral y fisiológica; para que el niño tenga futuro y el anciano tranquilidad, debemos aprovechar los excedentes que producen economías e invertirlos planificadamente en el desarrollo económico y social de nuestro país. Por eso es que son fundamentales las nacionalizaciones para fortalecer el área de la economía social de la que habla nuestro programa. Por eso vamos a nacionalizar las riquezas fundamentales en manos del capital foráneo, así como a los monopolios que actualmente también detenta el capital extranjero o el gran capital nacional.
Queremos hacerlo en función de las necesidades de Chile y su pueblo, de nuestra capacidad técnica para mantener las empresas estratégicas, no en iguales sino en más altos niveles de producción. Es esencial entender esto y también darse cuenta de que es el Gobierno el que debe acelerar o detener este proceso de acuerdo con la realidad. Y yo apelo a la conciencia de los trabajadores para que entiendan que es su Gobierno el que fija la técnica y los métodos de cómo proceder y que deben dispensarle la confianza necesaria para que pueda alcanzar las metas que se ha trazado.
Estamos abriendo en Chile un nuevo horizonte para ustedes. En los sectores social y mixto de la economía los trabajadores dejarán de ser simples asalariados. Óiganlo bien, van a dejar de ser simples asalariados para integrarse, junto a los representantes del Estado -que son ustedes mismos-, a la dirección de esas empresas, respetando la organización sindical, que tiene una actividad diferente. Si planteamos eso respecto del área social y del área mixta, debe entenderse que es fundamental que en las empresas privadas funcionen comités de producción. Hay en el país más de 35.000 empresas, y nosotros, en esta etapa, tan solo vamos a nacionalizar menos del uno por ciento -oigan bien- , y en Chile existen 35.000. Por lo tanto, debe comprenderse que la actividad de las empresas no nacionalizadas, las empresas medianas y pequeñas, es indispensable en el proceso del desarrollo económico. Queremos que en ellas haya comités de producción, porque el trabajador no es una máquina; es un ser humano que piensa, sufre, tiene esperanzas y puede contribuir al mejoramiento de la producción, aun en esas organizaciones.
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