Abel Santamaría fue El Elegido
En 1968, cuando el movimiento musical de la          Nueva Trova Cubana daba sus primeros pasos, algunos jóvenes          cantautores como Silvio Rodríguez, Pablo Milanés o Vicente Feliu          acostumbran a visitar la casa de Haydee Santamaría, una mujer          que había formado parte de la guerrilla comandada por Fidel          Castro en Sierra Maestra. De todas las hazañas que Haydee les          contó a aquellos mozuelos ávidos de saber, Silvio se quedó con          la del propio hermano menor de la narradora. Tal fue la          admiración que sintió ante la figura de Abel Santamaría que          Rodríguez decidió componer una canción en su homenaje que,          titulada Canción del elegido, a día de hoy es sin duda uno de          sus temas más conocidos.
          Así lo confiesa el propio Silvio en Los Santamaría: de          Prexigueiro a Cuba, un documental estrenado el pasado viernes en          Ribadavia dirigido por Lois Pérez Leira, que cuenta la historia          de la familia del patriarca Benigno Santamaría Pérez, un          ourensano que emigró a la isla a principios del siglo pasado y          que, casado en 1920 con la salmantina Joaquina Cuadrado, tuvo          cuatro hijos:  además de Heydee y Abel, Aldo y Aída.
          Nacido en 1922 en la ciudad de Encrucijada, provincia de Las          Villas,  Abel Santamaría , gran aficionado a la poesía (incluso          recibió  un premio durante su etapa escolar), conoció a los 13          años al líder sindicalista Jesús Menéndez, llamado el “General          de las Cañas”, un hombre que dejaría huella en su evolución          ideológica hacia un socialismo que complementaría con su          inquebrantable adhesión al pensamiento de José Martí.
          En 1946, Abel se trasladó a La Habana donde, en los primeros          años, compatibilizaría sus estudios con un trabajo en una          empresa textil. El golpe de Estado que llevó al poder a          Fulgencio Batista haría que Santamaría, ya entonces un destacado          dirigente sindical, coincidiese con Fidel Castro en que “había          que hacer algo contra la dictadura”. Ambos, Fidel y Abel, se          conocieron personalmente durante los actos de conmemoración del          1 de mayo de 1953 y en la mente de los dos comenzó a urdirse el          asalto al Cuartel de Moncada, una iniciativa que acabaría en          fracaso pero que, en la crónica de la Revolución cubana, está          considerado como un episodio fundamental.
                
La casa de la familia
La propia casa en la que residían los hermanos          Santamaría se convertiría en la base de operaciones de los          preparativos del asalto a Moncada, acción en la que Abel          intervino a la cabeza de uno de los tres grupos que lo          efectuaron (los otros dos estaban comandados, respectivamente,          por los hermanos Fidel y Raúl Castro).
          Fatalmente, Abel resultó una de las víctimas mortales del          asalto, pero no fue así en un primer momento. A Santamaría, al          igual que a Fidel y a Raúl, lo detuvieron, pero algo debió          ocurrir para que el ourensano fuese cruelmente torturado hasta          morir, al punto de que, cuando su hermana Haydee fue a preguntar          por él ante las autoridades, un sargento del cuartel, llamado          Eulalio González y apodado “El Tigre”, compareció ante ella con          una bandeja que contenía varios ojos humanos espetándole: “Éste          de aquí es el ojo de su hermano pero, si usted no dice lo que él          no quiso decirnos, le arrancaremos el otro”.
          Lo que “tenía que decir” Abel era revelar el nombre de sus          cómplices y asegurar que había recibido una cuantiosa suma de          dinero a cambio de participar en aquella acción. Por supuesto,          Abel Santamaría no habló.   El mencionado Eulalio González se          confesó el autor material de la muerte de Abel Santamaría          cuando, según se cuenta en el documental rodado entre Vigo          Ribadavia y Cuba, un día en el que coincidió como pasajero en el          mismo autobús en el que viajaba Josefina Cuadrado, al          reconocerla se dirigió a ella y, tras jactarse de sus          “ajusticiamientos”, le “comentó”: “Pues sí, señora, yo he          sacado  muchos ojos y pienso seguir haciéndolo”.
CANCIÓN DEL ELEGIDO
          Silvio Rodríguez
Siempre que se hace una historia
          se habla de un viejo, de un niño o de sí,
          pero mi historia es difícil:
          no voy a hablarles de un hombre común.
          Haré la historia de un ser de otro mundo,
          de un animal de galaxia.
          Es una historia que tiene que ver
          con el curso de la Vía Láctea.
          Es una historia enterrada.
          Es sobre un ser de la nada.
          Nació de una tormenta en el sol
          de una noche, el penúltimo mes.
          Fue de planeta en planeta
          buscando agua potable,
          quizás buscando la vida
          o buscando la muerte
          —eso nunca se sabe—.
          Quizás buscando siluetas
          o algo semejante que fuera adorable,
          o por lo menos querible,
          besable, amable.
          Él descubrió que las minas
          del rey Salomón
          se hallaban en el cielo
          y no en el África ardiente,
          como pensaba la gente.
          Pero las piedras son frías
          y le interesaban calor y alegrías.
          Las joyas no tenían alma,
          sólo eran espejos, colores brillantes.
          Y al fin bajo hacia la guerra…
          ¡perdón! quise decir a la tierra.
          Supo la historia de un golpe,
          sintió en su cabeza
          cristales molidos y comprendió
          que la guerra era la paz del futuro:
          lo más terrible se aprende enseguida
          y lo hermoso nos cuesta la vida.
          La última vez lo vi irse entre el humo
          y metralla, contento y desnudo:
          iba matando canallas
          con su cañón de futuro.
http://mas.laopinioncoruna.es/suplementos/2010/09/12/abel-santamaria-fue-el-elegido/

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